Siempre me ha encantado este famoso postre, tradicional de la cocina austríaca y alemana. Recibe este nombre porque el relleno va envuelto y enrollado en una masa muy fina de aspecto hojaldrado, que al corte tiene el aspecto de un remolino (Strudel en alemán). Curiosamente, parece que sus orígenes no son germánicos precisamente. Se cree que es una derivación del Baklava (elaborado a base de pasta filo y frutos secos, básicamente), y que proviene nada menos que de la antigua Mesopotamia.
Hoy traigo un Strudel vegetariano. Lo he simplificado porque la masa es un hojaldre que he comprado ya preparado. Por cierto: cuando compréis hojaldre, mirad bien la composición: los hay hechos a base de grasa animal (de cerdo) y otros –mucho más recomendables- a base de mantequilla o margarina vegetal.
Mezcla unos 200 grs de requesón con albahaca bien picada y un huevo batido. Aparte, rehoga todas las verduras que tengas a mano, cortadas bien finas en aceite de oliva. Yo he usado esta vez un calabacín, una cebolla grande, dos zanahorias, una berenjena y un pimiento rojo pequeño. Al final, añade un buen puñado de perejil picado.
Pon la masa de hojaldre sobre el banco de cocina y estírala bien con la ayuda de un rodillo. Extiende una capa de la mezcla de requesón con albahaca, y sobre ésta las verduras rehogadas. Acaba con un puñado de mozzarella rallada.
Enrolla la masa sobre sí misma y píntala con huevo batido. Pincha unos cuantos piñones encima y mete el Strudel en el horno precalentado a 180º durante media hora. Puedes servir con un poco de salsa Pesto (también la venden preparada, si no quieres complicarte la vida).
La mezcla puede variar según las verduras de que dispongas o tus preferencias. También es delicioso con una sola verdura de temporada: coliflor con pasas y nueces, corazones de alcachofas, ...