COCINA OVO-LACTO-VEGETARIANA... Y OTRAS EXQUISITECES.


Yo cocino desde que era una niña. Por aquel entonces, amasaba el pan con arena y agua y lo dejaba secar al sol, con paciencia. Hacía exquisitas sopas con hierbecitas, piedras y agua, y luego se las daba a mis muñecas. Siempre estuvieron muy bien alimentadas.

Hoy sigo cocinando. Y lo hago para alimentar el cuerpo y el espíritu de mi familia, de mis amigos, para procurarles un poquito de salud y felicidad. Y , de paso, para dar cauce a una de las expresiones creativas que más me relajan y que mayor placer pueden llegar a causar en mi querido prójimo: un plato vegetariano, equilibrado, sabroso, aromático, bien presentado … agradable en fin a todos los sentidos.

E incluyo, por supuesto, el sentido común: Obviamente, merece la pena cualquier plan dietético que nos ayude a aumentar nuestra sensibilidad ética, respete más los recursos del planeta y sea potencialmente capaz de hacer desaparecer el hambre. El vegetariano sabe que con su vida diaria contribuye de forma privada, pequeña e indirecta al alivio del sufrimiento humano y animal. Tiene conciencia de que en vez de ser parte de un problema es parte de una solución potencial. No cabe mayor sentido común.

Lo que os ofrezco son pequeños experimentos culinarios que yo misma he ido realizando y recopilando a lo largo de casi veinte años de mi experiencia vegetariana. Por supuesto, casi todos tienen su origen en una receta que un día leí, observé y apunté, escuché, o me fue transmitida por las sabias manos de mi abuela. Pero mi absoluta incapacidad para seguir una receta al pie de la letra (mi madre dice que esto tiene que ver con mi creatividad, pero yo pienso más bien que es por mi afán desmedido de libertad en todos los campos), me ha llevado a escribir mi propio recetario.

Espero que os animéis a cultivar conmigo un arte que es pura alquimia, pura armonía, salud y magia: el arte de la cocina vegetariana.




"Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento." Hipócrates

27.2.11

Magdalenas de algarroba.


Mi yaya Adela me contaba hace muchos años que, durante la Guerra Civil española, y también en la posguerra (el "tiempo del hambre"), cuando la comida escaseaba, la algarroba se convirtió en el sustituto del chocolate.
Cuando paseábamos por el monte (en Valencia abundan los algarrobos), ella solía coger alguna vaina, la limpiaba un poco, la partía, y nos la daba a probar. Al masticarla, notábamos un agradable dulzor, y un sabor muy característico. Todavía hoy me vienen aquellos paseos a la cabeza cuando huelo la harina de algarroba que compro en la herboristería.


Con esa harina (que no requiere de azúcar, ya que es dulce de por sí) se confeccionan dulces deliciosos, cuyo sabor recuerda algo al del cacao, pero con una personalidad muy distinta.
Hoy día, la harina de algarroba es consumida por todos aquellos fans del chocolate que no pueden consumirlo por problemas de salud. Pero también por todos los que conocen sus grandes propiedades alimenticias.


La algarroba es rica en vitamina A, calcio, potasio, magnesio y hierro, entre otras sustancias. Y tiene menos grasa que el chocolate (sólo un 2%) y una cantidad nada desdeñable de proteínas, entre un 8 y un 10%. Por si fuera poco, las semillas de algarroba son muy ricas en mucílagos, que son un tipo de fibra soluble que facilita la digestión y alivia las molestias digestivas y la diarrea.

No sé que hubiera dicho la yaya Adela de estas magdalenas, o del flan de algarroba, que tantas veces preparo en casa. Probablemente, se los hubiera comido con gran apetito -como era su costumbre- y hubiera acabado con su famosa frase: "Huevos, azúcar y miel... cosa mala no puede ser!"


- 100 grs de mantequilla
- 250 grs de azúcar moreno
- 2 huevos grandes
- 200 ml de nata líquida
- 275 grs de harina de espelta
- pepitas de chocolate
- 2 cucharadas soperas colmadas de harina de algarroba
- 2 cucharaditas de vainilla en polvo
- un sobrecito de levadura en polvo
- moldes de papel de magdalenas


Mezcla el azúcar y la mantequilla derretida en un bol. Añade los huevos y la nata. Incorpora la harina mezclada con la levadura. Mezcla bien. Añade la vainilla, la harina de algarroba y la spepitas de chocolate.
Mientras se calienta el horno a 200ºC, rellena los moldes de papel hasta un poco más de la mitad. Hornea unos 20 minutos. Para que la forma quede más regular, puedes introducir las magdalenas en moldes de aluminio especiales para este uso. Así tendrán todas la misma forma y tamaño.