- 3 puerros
- un bote de corazones de alcachofa
- un puñado de pasas
- jengibre molido
- tamari (salsa de soja)
- aceite de sésamo (o de girasol)
Cocer el trigo en agua hirviendo durante unos 10 minutos (si no es precocido, habrá que ponerlo a remojo antes de la cocción). Aparte, rehogar en un wok o una sartén grande los puerros cortados finos, las pasas y las alcachofas en aceite de sésamo (o de girasol si no dispones del primero). Añadir el trigo cocido y escurrido. Espolvorear con jengibre molido y añadir tamari hasta que alcance el punto de sal que se desee. Dejar reposar unos mintos antes de servir.
El trigo es uno de los tres granos más ampliamente producidos globalmente, junto al maíz y el arroz y el más ampliamente consumido por el hombre en la civilización occidental desde la antigüedad.
Recientemente, el arqueólogo de la Universidad de Chicago Robert Braidwood ha encontrado granos de trigo carbonizados, de hace aproximadamente 6.700 años, en la localidad de Jarmo, al este de Irak. Dicho poblado es el más antiguo de los descubiertos hasta ahora y puede que fuera uno de los lugares donde naciera la agricultura.
Cuando se consiguió "domesticar" el trigo, el hombre sentó las bases de la civilización occidental. Ninguna civilización ha sido fundada alguna vez con una base agrícola que no sea la de los cereales. El cultivo de los cereales se ha visto siempre acompañado de un modo de vida estable. Además, obliga a los hombres a ser más conscientes de las estaciones y los movimientos del sol, la luna y las estrellas. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Mundo, la astronomía fue inventada por los cultivadores de los cereales, y con ella surgió un calendario y un sistema de aritmética. La agricultura de los cereales, al procurar un suministro estable de alimentos, creó el ocio, y el ocio a su vez protegió las artes, oficios y ciencias.
Se ha dicho que la agricultura cerealista es la única, entre las formas de producción de alimentos, que obliga, recompensa y estimula la labor y la ingeniosidad en un mismo grado. Las antiguas culturas de Babilonia y Egipto, de Roma y Grecia, y más tarde las del norte y oeste de Europa, se basaron todas en el cultivo del trigo, la cebada, el centeno y la avena. Las de la India, China y Japón tenían el arroz como cultivo básico. Los pueblos precolombinos de América -incas, mayas y aztecas- cultivaron el maíz para su cotidiano pan.
“ Yo he visto las yuntas perezosas, labrando la besana y hender la reja el húmedo terruño, y caer, como una lluvia de oro, la simiente; he visto verdear la mies y encorvarse al batir el viento y madurar al sol, caer al filo de las hoces, yacer agavillada en los surcos, bambolearse en los carros gemidores y desbordarse en las eras, crujir bajo los trillos, molerse en la aceña, tostarse en el horno, convertirse en blanquísimas hogazas... “
Fragmento de “El amor de los amores”, de Ricardo León.