Los productos ecológicos son también llamados orgánicos o biológicos; en cualquier caso, estamos hablando de alimentos naturales que no tienen añadidos químicos ni ninguna especie de aditivo. No importa si son procesados o no, lo que importa para poder llamar ecológico a un producto alimenticio es que no contenga químicos. La calificación de orgánico se puede aplicar a toda la línea alimenticia.
¿Por qué deberíamos consumir alimentos orgánicos? Es evidente: al consumir un producto sin aditivos químicos, estamos cuidando nuestra salud y protegiendo el medio ambiente al mismo tiempo.
Para las verduras, frutas, hortalizas y granos, la cuestión pasa por el suelo de cultivo, el riego y la ausencia de fertilizantes así como cualquier tipo de pesticidas, insecticidas o agroquímicos en general. No olvidemos que la planta procesa estas sustancias y no es suficiente con lavarlas en abundante agua para quitarles los restos de productos químicos.
Las prácticas que se pueden usar para elaborar productos ecológicos certificados están reguladas por la Unión Europea y en las comunidades los Consejos Reguladores son los encargados de resguardar que los productos naturales que se venden bajo la etiqueta “producto ecológico” las cumplan.
Al consumir un alimento orgánico estamos cooperando a que el suelo no se desgaste más de lo necesario, a que el medio ambiente no se perjudique por la captación de químicos y estamos comiendo mejor. Los alimentos ecológicos proporcionan un aporte nutricional mucho más completo que los convencionales. Los alimentos ecológicos contienen entre un 40% y un 60% más de vitaminas y minerales que los productos convencionales.
La alimentación ecológica ha crecido enormemente en los últimos años, y en países como Alemania, su producción y consumo es muy superior a la producción y el consumo en España.
Aquí, por ahora, el problema sigue siendo el precio. Suelen ser un poco más costosos que los no ecológicos porque su producción es más cuidada y trabajosa.
¿Pero tú pondrías precio a tu salud o a la de tu familia? ¿Y al suelo que pisamos y que nos alimenta? ¿No es mejor prescindir de otro tipo de consumo superfluo y dar prioridad a lo que verdaderamente lo merece?