Conocí a mi amiga Bea recién estrenada nuestra época universitaria. Ambas acabábamos de dejar nuestros respectivos “cascarones”. Las dos proveníamos de colegios alemanes y teníamos, por lo tanto, métodos de trabajo muy parecidos. Creo que esa mentalidad común, de tintes claramente germánicos, nos ayudó a conectar muy rápidamente.
Ella era (y eso no ha cambiado ni un ápice) decidida, aplicada, organizada. Muy rápida en sus andares, muy franca, muy clara en sus opiniones. Y se expresaba con un marcado acento vasco que a mí me hacía mucha gracia.
Acababa de llegar de San Sebastián, y forjamos rápidamente una amistad sincera, que aunaba rasgos valencianos y donostiarras, y daba como resultado una combinación bien curiosa. Curiosa pero fructífera, ya que ha perdurado - yo diría que incluso se ha reforzado - a pesar del tiempo y la distancia.
Hoy quiero dedicar esta receta a mi amiga Bea, que generosamente nos ha acogido en su casa unos días, y ha hecho además las veces de guía, de forma tan eficiente como ella acostumbra.
Sé que este delicioso plato le gusta porque pude prepararlo en su propia casa la otra noche. Habíamos comprado unas setas deshidratadas y un botecito de setas en polvo en un mercadillo medieval. Se me ocurrió que podríamos utilizarlas para la cena. Así que, una vez en casa, me puse manos a la obra.
Creo que Bea perdonó mi intrusión en su cocina, y me permitió abrir y cerrar cajones y armarios impunemente gracias al tentador olorcillo que desprendía la salsa en cuanto comencé a prepararla. Y es que ella, como buena vasca, es de buen comer...
Aquí tienes la receta, Bea, para que no se te olvide que, a pesar de tu escasa afición a las artes culinarias, me prometiste prepararla un día de estos... Ya viste lo sencilla que era.
PASTA CON SALSA DE SETAS
Pon a remojo un buen puñado de setas deshidratadas.
Elige la pasta que prefieras (yo esta vez he elegido macarrones), cuécela al dente y reserva.
Para hacer la salsa, rehoga una cebolla grande y tres dientes de ajo. Añade las setas y sigue rehogando. Echa un puñado de perejil bien picado, sal y un poco de pimienta negra.
Al final, añade un vaso de nata líquida, una cucharada sopera de polvo de setas, y deja cocer hasta que espese.
En el momento de servir, espolvorea con un poco más de perejil picado.