COCINA OVO-LACTO-VEGETARIANA... Y OTRAS EXQUISITECES.


Yo cocino desde que era una niña. Por aquel entonces, amasaba el pan con arena y agua y lo dejaba secar al sol, con paciencia. Hacía exquisitas sopas con hierbecitas, piedras y agua, y luego se las daba a mis muñecas. Siempre estuvieron muy bien alimentadas.

Hoy sigo cocinando. Y lo hago para alimentar el cuerpo y el espíritu de mi familia, de mis amigos, para procurarles un poquito de salud y felicidad. Y , de paso, para dar cauce a una de las expresiones creativas que más me relajan y que mayor placer pueden llegar a causar en mi querido prójimo: un plato vegetariano, equilibrado, sabroso, aromático, bien presentado … agradable en fin a todos los sentidos.

E incluyo, por supuesto, el sentido común: Obviamente, merece la pena cualquier plan dietético que nos ayude a aumentar nuestra sensibilidad ética, respete más los recursos del planeta y sea potencialmente capaz de hacer desaparecer el hambre. El vegetariano sabe que con su vida diaria contribuye de forma privada, pequeña e indirecta al alivio del sufrimiento humano y animal. Tiene conciencia de que en vez de ser parte de un problema es parte de una solución potencial. No cabe mayor sentido común.

Lo que os ofrezco son pequeños experimentos culinarios que yo misma he ido realizando y recopilando a lo largo de casi veinte años de mi experiencia vegetariana. Por supuesto, casi todos tienen su origen en una receta que un día leí, observé y apunté, escuché, o me fue transmitida por las sabias manos de mi abuela. Pero mi absoluta incapacidad para seguir una receta al pie de la letra (mi madre dice que esto tiene que ver con mi creatividad, pero yo pienso más bien que es por mi afán desmedido de libertad en todos los campos), me ha llevado a escribir mi propio recetario.

Espero que os animéis a cultivar conmigo un arte que es pura alquimia, pura armonía, salud y magia: el arte de la cocina vegetariana.




"Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento." Hipócrates

2.10.10

Magdalenas de queso, espinacas y piñones.



La magdalena es un postre tradicional de la región de Lorena, en Francia. Solían hacerse en una placa metálica con huecos en forma de conchas. Hoy día, suelen cocerse en pequeños moldes de papel rizado.

Se dice que una joven criada llamada Madeleine Paulmier, elaboró en 1775 unos ricos pastelitos para el rey de Polonia, Stanislas Leszczynki. Realidad o leyenda, las “madeleines” o magdalenas son conocidas hoy en toda Europa. Su presencia en la novela de Proust “En busca del tiempo perdido” ("Por el camino de Swann", 1913), en la que el narrador recobra la memoria de su infancia después de oler y comer una magdalena mojada en té, no hizo más que aumentar su popularidad dentro y fuera de Francia. Aquella magdalena desencadenaba ella solita en el narrador la catarata de recuerdos infantiles con la que arranca el libro. Por ello se ha convertido en un símbolo del poder evocador de los sentidos, de la capacidad que puede tener un sabor o un olor de transportarnos al pasado.

La receta tradicional lleva huevos, azúcar, mantequilla, harina, levadura y aroma de limón, y en España es tan popular, que nadie diría que no ha nacido en alguno de nuestros prolíficos hornos.

Y luego está el muffin, que se parece a la magdalena, pero se elabora de forma diferente. También su origen es otro: nació en Inglaterra, y se nombra en recetarios a partir de 1703. Su nombre deriva de la palabra moofin, quizá como derivación del francés moufflet (pan suave). Los muffins son muy populares, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos. Y a mí personalmente me encantan, porque admiten toda clase de sabores y mezclas.

Yo he llamado a esta receta “Magdalenas de queso…” porque quiero que nuestras magdalenas de toda la vida, las que desayunábamos o merendábamos ya en nuestra más tierna infancia, amplíen horizontes, y comprueben que esos preciosos moldes de papel rizado, pueden también, como los británicos muffins, dar cabida a todo tipo de ingredientes.



Para 12 magdalenas aproximadamente:

- 180 gr de espinacas cocidas y bien escurridas.

- 200 gr de harina

- 1 cucharada de levadura en polvo

- una pizca de sal

- 1oo cc de leche

- 75 gr de queso parmesano recién rallado y un poco más para espolvorear

- 1 huevo

- 175 cc de aceite de oliva

- un puñado de piñones


En un recipiente, mezclar la espinaca bien picada, la harina, la sal, y el queso rallado. Mezclar bien. Añadir el huevo, el aceite y la leche y mezclar sin batir. Distribuir en los moldes, llenándolos hasta un poco más de la mitad. Espolvorear cada magdalena con más queso rallado y los piñones.

Cocer en horno precalentado a 200 grados durante unos 15-20 minutos (depende de tu horno).

Puedes servirlas acompañadas con una buena ensalada. Sírvelas templadas, con o sin molde. Si prefieres retirarlo antes de servir, espera a que estén a temperatura ambiente. Así, la magdalena quedará intacta.