COCINA OVO-LACTO-VEGETARIANA... Y OTRAS EXQUISITECES.


Yo cocino desde que era una niña. Por aquel entonces, amasaba el pan con arena y agua y lo dejaba secar al sol, con paciencia. Hacía exquisitas sopas con hierbecitas, piedras y agua, y luego se las daba a mis muñecas. Siempre estuvieron muy bien alimentadas.

Hoy sigo cocinando. Y lo hago para alimentar el cuerpo y el espíritu de mi familia, de mis amigos, para procurarles un poquito de salud y felicidad. Y , de paso, para dar cauce a una de las expresiones creativas que más me relajan y que mayor placer pueden llegar a causar en mi querido prójimo: un plato vegetariano, equilibrado, sabroso, aromático, bien presentado … agradable en fin a todos los sentidos.

E incluyo, por supuesto, el sentido común: Obviamente, merece la pena cualquier plan dietético que nos ayude a aumentar nuestra sensibilidad ética, respete más los recursos del planeta y sea potencialmente capaz de hacer desaparecer el hambre. El vegetariano sabe que con su vida diaria contribuye de forma privada, pequeña e indirecta al alivio del sufrimiento humano y animal. Tiene conciencia de que en vez de ser parte de un problema es parte de una solución potencial. No cabe mayor sentido común.

Lo que os ofrezco son pequeños experimentos culinarios que yo misma he ido realizando y recopilando a lo largo de casi veinte años de mi experiencia vegetariana. Por supuesto, casi todos tienen su origen en una receta que un día leí, observé y apunté, escuché, o me fue transmitida por las sabias manos de mi abuela. Pero mi absoluta incapacidad para seguir una receta al pie de la letra (mi madre dice que esto tiene que ver con mi creatividad, pero yo pienso más bien que es por mi afán desmedido de libertad en todos los campos), me ha llevado a escribir mi propio recetario.

Espero que os animéis a cultivar conmigo un arte que es pura alquimia, pura armonía, salud y magia: el arte de la cocina vegetariana.




"Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento." Hipócrates

16.10.10

Sopa de tomate de la Isla de Skye.


En nuestra dulce Luna de Miel pasamos dos semanas en Escocia, uno de los países más sobrecogedoramente bellos, misteriosos y románticos del mundo. Y si merece la pena recordar especialmente uno de sus rincones, ése es la espectacular isla de Skye.

Allí, en un día brumoso y húmedo, nos refugiamos en una pequeña taberna situada junto al mar (precisamente en una de esas casitas rosas que veis en la foto), y pedimos una humeante y reconfortante sopa que nos supo a gloria. A nuestra vuelta, probé, investigué y experimenté, hasta que di con una receta lo suficientemente parecida a aquella para que cuando, todavía hoy la comemos, nos transporte como por arte de magia a aquel precioso paraje de los Highlands escoceses.

Nest Point,
el faro más occidental de Escocia.


No descartamos volver allí algún día y perdernos por alguno de los caminos que llevan a Nest Point, ese faro que Virginia Woolf describió así:

«Lloverá –recordaba a su padre diciéndolo–. No podréis ir al Faro.» El Faro era entonces una torre brumosa, plateada, con un ojo amarillo que se abría de repente, delicadamente, al anochecer. Ahora… James miraba al Faro. Veía las rocas, blancas de espuma; veía la torre, erguida, recta; veía que tenía ventanas; veía incluso ropa tendida sobre las piedras, puesta a secar. De forma que, por fin, esto era el Faro, ¿no? No, lo otro también era el Faro. Porque nada era sencillamente una sola cosa. También el otro era Faro. A veces costaba verlo desde el otro lado de la bahía. Al anochecer levantaba uno la mirada y veía cómo el ojo parpadeaba, y la luz parecía llegar hasta ellos en aquel jardín soleado y fresco en el que se sentaban.

Fragmento de "Al Faro" (To the Lighthouse", 1927), de Virgina Woolf.



SOPA DE TOMATE DE LA ISLA DE SKYE

para unas 4 personas

Pon en una olla dos cucharadas de mantequilla. Cuando se derrita, rehoga en ella un puerro, una patata mediana y una cebolla grande, todo bien troceado. Cuando las verduras empiecen a dorarse, añade 6-8 tomates de pera maduros pelados o un el contenido de un bote grande de tomates al natural en conserva. Añade también una cucharada sopera de caldo de verduras en polvo, cubre de agua y cuece hasta que las patatas estén blandas. Tritura añadiendo una cucharada sopera rasa de pimienta negra recién molida. Prueba antes de servir, y si notas la sopa muy ácida, añade un poco de azúcar moreno para neutralizarla.
Aparte, haz unas bolitas con pan rallado, un huevo y un poco de perejil bien picado, y fríelas en un poco de aceite. Cuando sirvas la sopa, decora con las bolitas y muele un poco más de pimienta por encima.