COCINA OVO-LACTO-VEGETARIANA... Y OTRAS EXQUISITECES.


Yo cocino desde que era una niña. Por aquel entonces, amasaba el pan con arena y agua y lo dejaba secar al sol, con paciencia. Hacía exquisitas sopas con hierbecitas, piedras y agua, y luego se las daba a mis muñecas. Siempre estuvieron muy bien alimentadas.

Hoy sigo cocinando. Y lo hago para alimentar el cuerpo y el espíritu de mi familia, de mis amigos, para procurarles un poquito de salud y felicidad. Y , de paso, para dar cauce a una de las expresiones creativas que más me relajan y que mayor placer pueden llegar a causar en mi querido prójimo: un plato vegetariano, equilibrado, sabroso, aromático, bien presentado … agradable en fin a todos los sentidos.

E incluyo, por supuesto, el sentido común: Obviamente, merece la pena cualquier plan dietético que nos ayude a aumentar nuestra sensibilidad ética, respete más los recursos del planeta y sea potencialmente capaz de hacer desaparecer el hambre. El vegetariano sabe que con su vida diaria contribuye de forma privada, pequeña e indirecta al alivio del sufrimiento humano y animal. Tiene conciencia de que en vez de ser parte de un problema es parte de una solución potencial. No cabe mayor sentido común.

Lo que os ofrezco son pequeños experimentos culinarios que yo misma he ido realizando y recopilando a lo largo de casi veinte años de mi experiencia vegetariana. Por supuesto, casi todos tienen su origen en una receta que un día leí, observé y apunté, escuché, o me fue transmitida por las sabias manos de mi abuela. Pero mi absoluta incapacidad para seguir una receta al pie de la letra (mi madre dice que esto tiene que ver con mi creatividad, pero yo pienso más bien que es por mi afán desmedido de libertad en todos los campos), me ha llevado a escribir mi propio recetario.

Espero que os animéis a cultivar conmigo un arte que es pura alquimia, pura armonía, salud y magia: el arte de la cocina vegetariana.




"Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento." Hipócrates

28.12.10

Crema invernal de calabaza y naranjas.

Ésta es hoy mi paleta de colores: naranja, naranja, naranja... y algún toque de blanco y verde.
Os traigo una crema muy especial, llena de vitaminas y aromas que convierte de nuevo a la naranja en la estrella del invierno.
Marina comentaba cenando que era como tomarse un zumito de naranja... pero más bueno.
En mi opinión, la mejor forma de disfrutar de este jugoso regalo de vitaminas y minerales es al natural o en zumo. Pero cocinada junto a otros ingredientes, en dulce o en salado, aporta siempre ese toque delicado, aromático y refrescante tan propio de esta fruta.


- unos 600 grs de calabaza, pelada y a dados
- 2 cebollas tiernas peladas y troceadas
- 100 grs de yogur griego natural
- 40 grs de pipas de girasol o de calabaza tostadas
- 2 cucharadas de aceite de oliva
- perejil, nuez moscada, pimienta y sal
- 2 naranjas
- un puñado de lentejas rojas

Sofríe la cebolla en el aceite de oliva dentro de una cazuela. Añade la calabaza cortada a dados y remueve. Pela una naranja con pelador y añade la peladura de la naranja (sólo la parte más externa) a la cazuela. Añade las lentejas y un poco de sal y deja cocer hasta que la calabaza se ablande. Agrega el zumo de las dos naranjas y deja cocer 5 minutos más. Añade la pimienta y la nuez moscada. Saca las pieles de la naranja y tritura hasta conseguir una crema suave. En el momento de servir, pon una cucharada de yogur griego en el centro del plato (o bol), y decora con perejil picado y las pipas tostadas.